miércoles, 21 de enero de 2015

Vargas Llosa, actor teatral

LOS CUENTOS DE LA PESTE

“No me preocupa el ridículo, pero sí me seduce mucho el riesgo”

Mario Vargas Llosa lo ha abandonado todo por el teatro. Ha interrumpido la novela que estaba escribiendo y su agenda se encuentra vacía de compromisos. No es la primera vez que se sube a un escenario teatral, pero ahora da el salto definitivo. A sus 78 años, el premio Nobel de Literatura, que se confiesa aterrado, asume el riesgo que corre y lo hace con una felicidad y unas carcajadas que retumban en el salón de su casa en Madrid.

Mario Vargas Llosa, en un ensayo
- No me acuerdo cuándo fue la primera vez que pensé yo en el Decamerón como en una materia prima para una obra de teatro pero sí recuerdo que, desde la primera vez que leí el libro, la situación inicial de la historia me pareció muy teatral. Una peste que está devastando la ciudad y un grupo de jóvenes que, al no poder huir del lugar porque están cercados, deciden escapar a través de la fantasía y la imaginación y se van a un jardín a contarse cuentos. Me encantó la idea, me pareció muy simbólica de lo que es la literatura, el teatro, la novela. Es una manera de escapar a la realidad que es uno mismo, una manera de ser otro, de vivir otras experiencias, de tener unos destinos extraordinarios fuera de lo común. Pero eso es lo que hacemos normalmente cuando escribimos o leemos novelas. Esa fe en la fantasía y la imaginación.

- Quizás, lo más representativo del ser humano es esa necesidad de salir de sí mismo y ser otro. Es decir, de tener no solo la vida real que le tocó sino otras vidas, encarnar otros destinos. Eso hizo que nacieran las primeras historias en las cavernas y eso ha sido la fuente de la ficción a lo largo de toda la historia que se ha manifestado a través de la literatura, de la novela, del cuento y el teatro y ahora otros géneros como la televisión o el cine. Para mí, la ficción es la sombra que ha acompañado todo el destino de la humanidad y creo que si hay un indicio de vitalidad en un individuo, en una sociedad, está en esa voluntad de soñar, de ilusionarse con algo distinto de lo que es y de lo que tiene. Lo maravilloso del teatro es que nos hace vivir eso en directo y no a través de un intermediario como es la lectura.

P. ¿Cuando sube al escenario es fácil calmar al autor de las palabras que está representando? 

R. Me olvido del autor. Me olvido salvo cuando Joan Ollé y Aitana quieren cortarme el texto. Entonces vuelvo a ser el autor y defiendo como una fiera mi texto, generalmente con éxito, aunque algunos cortes me han impuesto. Para un autor que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, es una experiencia maravillosa e impagable convertirse de pronto en un personaje de ficción, vivir la ficción como la que vive un actor. Subir a un escenario es tan fascinante como aterrador. Cuando uno actúa en una película, uno tiene siempre la posibilidad de enmendar, de corregir, de rehacer. En el teatro no, es como la vida, lo que ocurre, ocurre y no tiene más remedio. Si te equivocas te equivocas para siempre.

P. ¿Tiene miedo?

R. Estoy aterrado, sobre todo cuando salgo de los ensayos porque cuando estás actuando la tensión te lo impide. Tengo la suerte de trabajar con Ollé y con Aitana que son amigos y que me ayudan mucho.

P. A sus 78 años, supone un reto físico e intelectual. ¿Qué hay de necesidad personal? 

Vargas Llosa y Aitana Sánchez-Gijón
R. Quizás la respuesta que tengo que dar es más general. Yo no quiero morirme en vida. Siempre me ha entristecido mucho ver a esos seres humanos que se mueren en vida, que pierden las ilusiones, que se resignan a una especie de espera. Los seres humanos a los que yo más he admirado son aquellos que resisten hasta el final y en los que la muerte es como un accidente que los sorprende en plena actividad. Me gustaría morir estando vivo. Muchas de las cosas que hago, que son a veces un poco temerarias como esta, surgen de esa necesidad de seguir viviendo hasta el final, explorándolo todo.

A ver qué pasa. Nunca llegas a saber si te ha ido bien o no, no hay manera de desdoblarse, uno no tiene la distancia suficiente, ni siquiera cuando termina una.

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